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CUENTA ATRAS - Capitulo 05

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DÍA II

Capítulo V: Intruso

Quedan seis días para el final</i>

La fiesta improvisada por Yuki-san había durado hasta poco más de las tres de la madrugada. Longinus había hecho todo lo posible para que no consiguiera toda una caja de provisiones de sake, pero gracias a la ayuda de Aira, Yuki-san se había hecho con el preciado cargamento.
–Longi, me caesh de puta madre.
Yuki-san arrastraba las palabras como si le costara vocalizar. De hecho era lo que le ocurría. El alcohol embriagaba todos sus sentidos.
–Sí, Yuki-san, sí –respondió escuetamente el aludido.
–¡No, tío! ¡Te lo eshtoy diciendo en serio! –exclamó ella con ímpetu mientras le agarraba del kimono.
La pelirroja hizo un amago de abrazo que se quedó en eso, un amago. Cayó estrepitosamente al suelo al intentar abrazar el aire.
–¡Lechesh, Longi! ¡No te muevash tanto, joder! –rezongó ella.
Longinus suspiró.
–Venga, Yuki-san, déjalo. Vámonos ya a dormir, que mañana tenemos mucho que hacer.
–No, Longi, no –Yuki-san alzó un dedo hacia donde ella creía que se encontraba su interlocutor; o al menos uno de ellos–. Aira y yo queremos eshtar de fieshta toooooda la nosche...
Yuki-san cayó de bruces al suelo. Longinus le ayudó a incorporarse.
–¿Qué ha pashado?
–Que te has caído.
–Ah, vale –la joven sopesó la situación–. Me voy a dormir.
El joven shinigami volvió a suspirar. Yuki-san se incorporó. Miró a un lado y otro, y sin previo avisó gritó el nombre de su compañero de juerga.
–¿Qué ocurre? –preguntó Longinus.
–¡Aira!
Longinus alzó la vista hacia la pelirroja.
–¿Qué le pasa a Aira?
La expresión de Yuki se tornó dramática. Longinus casi pudo ver lágrimas en los ojos de la joven y eso le sobresaltó.
–¡Se ha quedado dormida! ¡En mi fieshta! –sollozó la joven.
La madre que la...”, pensó Longinus. Desde luego, Yuki-san en estado etílico tenía el don de dramatizar con las cosas más inverosímiles.
El joven se dirigió al armario donde guardaba los futones y escogió tres bastante mullidos. Cuando se giró para dárselos a sus compañeras de cuarto se encontró con la visión de Yuki-san desnudándose. Longinus miró hacia otro lado.
–¿No tienes otro sitio donde cambiarte?
–¿Cambiarme? –replicó ella desorientada–. ¿Para qué voy a cambiarme? Con el calor que hace lo mejor esh dormir deshnuda...
–¿Pero qué estás diciendo? –exclamó el chico sorprendido.
–Tranquilo, Longi, te trataré con amor...
De nuevo Yuki cayó al suelo.
¿Pero es que no es capaz de mantenerse despierta cinco minutos?”, se preguntó Longinus.
Yuki-san resucitó de entre los amantes de Morfeo. Miró al shinigami que llevaba unos futones en las manos. Le volvió a mirar. Pareció reconocerle. Y entonces su expresión cambió completamente. Dio un salto y medio desnuda se dirigió al pasillo.
–¿Dónde eshtá el baño? –gritó angustiada.
–¡Mierda! ¡Yuki, no vomites aquí! ¡Los baños están al final del pasillo! –exclamó Longinus.
No había terminado la frase cuando Yuki-san salió disparada hacia un extremo del pasillo. Hacia el lado contrario.
–¡Hacia ese lado no!
Yuki-san se frenó y dio un giro de noventa grados y entró en una puerta.
–¿Pero qué haces? ¡Esa es la habitación de Dorian!
Longinus se lanzó en pos de su emborrachada amiga. Pero cuando llegó a la habitación de Dorian se encontró que era demasiado tarde. En mitad de la alfombra se encontraban los restos del vómito de Yuki-san.
–Qué agushto me he quedado –balbució Yuki-san.
–Dios, como vea esto Dorian le va a dar algo...
Longinus aupó a Yuki-san y salió con ella de la habitación. La encaminó a los baños y la dejó entrar sola mientras él se iba a buscar una fregona al cuarto de mantenimiento. Más valdría poner un poco de orden antes de acostarse.

El grifo abierto fluía llenando el lavabo de agua fría. Yuki introdujo las manos en ella y acto seguido se las llevó a la cara. Un escalofrío le recorrió la columna.
–Eshto eshtá mejor –dijo satisfecha.
Se dirigió como pudo a la puerta del baño y cuando llego hasta ella le imprimió un fuerte empujón. Ésta no se movió ni un centímetro. Tras una breve inspección, que consistió en que Yuki-san volvió a empujar una y otra vez aquella díscola puerta, llegó a la conclusión de que había que tirar del pomo para poder salir. Otra pista fue el cartel ubicado en un extremo de la entrada que rezaba “Tirar para salir”.
Por fin consiguió salir al pasillo. La entrada de los baños hacía esquina con dos largos pasillos, así que Yuki-san se vio en la vicisitud de elegir el camino a seguir. Vislumbró un resplandor en uno de los pasillos, así que, emulando a una polilla, se dirigió a él. Cuando llegó a la entrada del cuarto de donde manaba la luz no reconoció ni un mueble. Era una sala espaciosa en la que predominaba un gran escritorio situado en el centro de la misma. Al fondo observó cómo Longinus parecía buscar algo.
Yuki-san se quitó la poca ropa que le quedaba encima y se dirigió de puntillas hacia su compañero que parecía tan absorto que no se percató de su presencia. Cuando estuvo lo suficientemente cerca la shinigami saltó hacia él y le atrapó en un fuerte abrazo.
–No deberíash huir de mí, Longi –dijo apretando cada vez más su cuerpo al del shinigami–. Por ser un niño malo voy a tener que violarte...
Dicho esto sus manos empezaron a recorrer su desgarbado cuerpo, pero sin dejar oportunidad a Longinus de que pudiera soltarse. Cuando llegaron a la cara pudo palpar la lisa superficie de su máscara. Luego volvió a bajar a su musculado pecho. Sus manos cesaron de manosear y volvieron a la máscara. Algo no encajaba en todo aquello. Entonces se dio cuenta y como por arte de magia se le pasó la borrachera. Pero el respingo que dio fue suficiente para que su presa se le escapara.
Ante ella había un espigado shinigami enmascarado. Sin pensárselo dos veces se lanzó hacia él para volverlo a apresar. El shinigami, al verla completamente desnuda, se quedó petrificado esperando el choque de cuerpos. Pero la embestida no llegó. Yuki-san tropezó a medio camino con la butaca que presidía el escritorio y se dio de bruces contra una de las paredes. Su cara no sólo impactó contra la pared sino que también contra un resorte oculto que accionó una trampilla aún más oculta.
El Enmascarado corrió hacia la abertura y atisbó algo en su interior. Alargó la mano y sacó algo que Yuki-san no pudo identificar. Sin pensárselo dos veces, el shinigami de la máscara salió a gran velocidad de aquel despacho. Lo único que Yuki pudo hacer fue gritar el nombre de su compañero.

Longinus estaba buscando una fregona que no estuviera lo suficientemente sucia como para empeorar el estado de la alfombra de Dorian. Tras una primera búsqueda infructuosa escogió la que tenía menos restos de anteriores fiestas. Fue en ese momento cuando escuchó el aullido de su compañera. Longinus inmediatamente dirigió su atención a escoger un cubo más o menos limpio. Si Yuki-san tenía dificultades para accionar los grifos del baño era un problema que debería resolver ella misma.
Escogidos los utensilios de limpieza se dirigió al baño para llenar el cubo y de paso limpiar un poco la mugre de la fregona. Lamentablemente sus trabajos de mantenimiento quedaron interrumpidos en el momento en que un shinigami enmascarado como un hollow apareció como una exhalación al fondo del pasillo. Durante un instante ambos shinigamis se miraron. El primero en reaccionar fue el enmascarado que se lanzó de nuevo por donde había venido. Longinus soltó los aparejos y fue tras él.
Cuando dobló la esquina pudo ver a Yuki-san en el suelo pidiendo que alguien tomase la matrícula del tranvía que la había arrollado. Longinus continuó la persecución del intruso por el largo pasillo. Al girar otra esquina pudo ver la silueta del enmascarado dirigiéndose hacia una de las salidas. “Ni de coña, amigo”, pensó Longinus. Rápidamente recitó la invocación de su bakudou favorito. Era un arte defensiva que curiosamente él había adaptado para el ataque.
–¡Muro de Fuego!
Al instante un enorme muro flamígero se erigió delante del Enmascarado impidiéndole cualquier escapatoria posible. El repentino ataque le provocó una ceguera momentánea y la pérdida del paquete que segundos antes portara en sus manos. Al darse cuenta de la pérdida se agachó y palpó el suelo en su búsqueda. Pero no tuvo tiempo de encontrarlo, en seguida notó la energía espiritual que se acercaba con una rapidez endiablada y alzó los brazos instintivamente para parar cualquier ataque. No sirvió de nada, Longinus le encajó un tremendo derechazo en plena cara. O al menos donde debería haber estado la cara.
–¡Joder! ¿Es que nunca aprenderé lo duras que están estas putas máscaras? –aulló de dolor Longinus mientras su contrincante se estrellaba contra una de las paredes.
El Enmascarado, confundido ante aquella bestial acometida trató de levantarse y aclararse la vista. Al dirigir su miraba hacia su atacante se dio cuenta que no tenía nada que hacer cuando vio que alguien acababa de doblar la esquina detrás de él. Sin mediar palabra, el Enmascarado atravesó el pasillo por donde se alzara el muro de llamas y salió a la noche.
–¡Longinus! ¿Estás bien? –exclamó Aira.
El interpelado se giró hacia la recién llegada masajeándose la mano dolorida.
–Sí, tranquila. Es sólo una contusión.
–Déjame ver.
Aira cogió la mano del joven entre las suyas y la examinó. Sacó de un pliegue de su kimono un ungüento y empezó a aplicárselo con suavidad.
–Deberías estar en la cuarta –bromeó Longinus.
–¿Qué ha ocurrido? –le interrogó Aira ignorando la broma.
–No tengo ni idea. Me he cruzado con el tipo ese en el pasillo. Le he perseguido y se me ha escapado.
–¿No sabes qué quería?
Longinus no respondió, toda su atención estaba en el suelo. Se zafó suavemente de las manos de Aira y recogió algo del suelo.
–Puede que esto nos aclare las cosas.
Abrió el paquete y sacó con cuidado su contenido. Era una especie de manta raída de colores rojizos y apagados.
–¿Qué puede ser?
–Estos dibujos me suenan –afirmó Longinus examinando de cerca el motivo que acababa de señalar–. Es... ¡es muy parecido!
–¿A qué?
Longinus miró gravemente a la joven.
–Recuerdas que los Enmascarados están asaltando todo tipo de templos y sitios donde se guarden reliquias, ¿verdad?
–Claro, es su modus operandi: entrar en templos viejos o por el estilo y llevarse reliquias que contienen extraños poderes.
–Pues recuerdo bien estos símbolos –aseguró Longinus señalando de nuevo la tela raída–. Estaban en el templo donde aquel Enmascarado robó la bandeja.
–¿Ese que creaba agujeros negros? –aseveró Aira.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Longinus mientras asentía lentamente.
–Esta especie de ropaje debe de estar conectado con las reliquias.
–Por lo ajado que está yo diría que forma parte de ellas.
–La pregunta es: ¿de dónde lo ha sacado? ¿Lo traía consigo cuando entró? –inquirió Longinus–. Sólo sé que lo llevaba encima y que se le cayó al suelo cuando le ataqué.
Mientras cavilaban sobre aquello apareció Yuki-san. Había recuperado parte de su vestuario, y parecía que se le estaba pasando un poco el estado de embriaguez.
–Maldito cabrón –rezongó–. Si le llego a coger le machaco.
–¿Qué tal estás? –se interesó Longinus.
–Bien, bien –respondió ella–. Me duele la cara porque me he chocado contra ese estúpido resorte que abría esa estúpida trampilla.
Longinus y Aira le miraron de hito en hito.
–¿Qué trampilla? –exclamaron a dúo.
Yuki-san les miró con expresión dubitativa.
–La que había en esa habitación en la que estaba ese tipo rebuscando. Traté de impedírselo pero... –su mente empezó a buscar las palabras exactas para no explicar realmente lo que había pasado–... pero él me lanzó contra la pared y se accionó algún tipo de mecanismo. Se abrió la trampilla y el enmascarado cogió algo de dentro.
–¡El trozo de tela! –exclamó Aira.
–¿Lo qué? –inquirió Yuki.
–Claro, eso era lo que estaba buscando. ¿Dónde ocurrió todo eso, Yuki?
–En la habitación esa extraña que tiene una mesa enorme en el centro –explicó vagamente ella.
–¿El despacho de Naeros?
–No sé... puede.
–Llévanos allí –le instó Aira.
Yuki-san les guió hasta el despacho y Longinus confirmó que se trataba del de su capitán. Entraron y dirigieron su atención a la abertura que se encontraba en una de las paredes. En su interior se había encontrado aquella gastada tela y, aparentemente, una nota. Longinus cogió la nota y la leyó en voz alta.
–Hemos encontrado esta especie de prenda de vestir en una cámara oculta en una antigua casa señorial en el distrito trece del Rukongai Sur. Los símbolos son los mismos que el resto de reliquias. Creo que deberías custodiarlo.
La nota no decía anda más. No había firma ni ningún dato que identificara al remitente.
–Y aquí tenemos un misterio más... ¿por qué tendría tu taicho una cosa así? –preguntó Aira.
–No tengo ni idea, pero mañana tendrá que respondernos a esa pregunta –afirmó Longinus con expresión lúgubre.
–Me voy a la cama, que tengo sueño –dijo Yuki-san que había permanecido impasible ante aquellas pesquisas.
La shinigami pelirroja salió por la puerta dando tumbos. Longinus aún miraba la nota con ojos sombríos. Una mano se posó en su hombro.
–¿Estás bien? –preguntó Aira.
–Sí –dijo escuetamente Longinus mientras se guardaba la carta en un pliegue del kimono–. Vámonos a dormir.
Se volvió hacia la salida pero no avanzó. Se giró y le tendió a Aira el paño.
–Guárdalo donde sólo tú puedas encontrarlo.
–¿Cómo?
–Esto no puede caer en manos de los Enmascarados –aseveró Longinus–. Mañana, cuando vaya a ver a mis compañeros, quiero que tú escondas esto.
Le volvió a tender el paño y Aira lo cogió.
–Está bien... –dijo ella mientras lo escondía entre su ropa.
Longinus le pasó un brazo por encima de los hombros y sonriendo dijo:
–Este será nuestro secreto.
Quinto capítulo del Fan-Fiction de Bleach que hago sobre la gente que conozco del foro BleachSP.
Y empieza un nuevo día... Por fin se reúne todo el grupo que va a participar en la investigación.

::IMÁGENES::
· Aira, Yuki-san y Longinus [link] · El ladrón Enmascarado [link] · Muro de Fuego [link] ·

::SIGUIENTE CAPÍTULO::
· Capítulo VI: Amargo despertar [link] ·

Salu2! :jedi:
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