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Cualquier dia es bueno...

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Darth-Longinus's avatar
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Cualquier día es bueno para salvar el mundo

Esta vez lo conseguiré. Conozco el camino. Lo he recorrido tantas veces que casi podría avanzar con los ojos cerrados. He intentado infinidad de veces traspasar las puertas del castillo que ahora me parece ridículo el no haberme percatado de las entradas que usa el servicio. Me aposto en un muro y observo la entrada. Sólo hay un par de centinelas.
Salgo de mi escondite y me abalanzo sobre el primer guardia. Le pillo tan de sorpresa que no le da tiempo a sacar el arma. Uno menos. Sin perder tiempo saco un puñal de entre las ropas y lo lanzo directo a la yugular del otro soldado. Cae abatido en un instante.
Me acerco al cuerpo del primer guardia, aún humeante, y registro sus ropas. Bingo. Lleva un juego de llaves. Sin más dilación abro la puerta con las llaves recién sustraídas y me adentro en el castillo.
Esta zona es nueva para mí. Las paredes están cubiertas de tapices, una gruesa alfombra cubre el suelo y grandes candelabros iluminan cada rincón del extenso pasillo. No tiene nada que ver con el patio principal de la fortaleza, siempre sucio y lleno de bosta.
Avanzo sigiloso por el pasillo. Si no me equivoco el ala oeste se encuentra cerca. Allí es donde la tienen retenida. Espérame, Yleena, enseguida estaré a tu lado y pondré fin a tu cautiverio. Es injusto que mi único amor tenga que ser la única rehén de esta absurda guerra. Pero hoy va a acabar esta situación. Hoy por fin voy a salvarte.
Oigo ruido. Me escondo tras unas inmensas cortinas y escucho los pesados pasos de los soldados que hablan vulgarmente al pasar a mi lado, sin detectarme. Se alejan. Salgo de mi escondite y, para mi sorpresa, mi mirada se cruza con la de un guardia que se había quedado rezagado de su grupo.
Salto hacia él para impedir que grite. El acero le atraviesa la garganta, pero ya es demasiado tarde: ha conseguido lanzar un grito lastimero que sus compañeros han escuchado. Se acercan corriendo a mí, mientras desenvainan sus espadas cortas. Espero que no haya nadie cerca, porque sino las cosas se van a poner muy feas. Esquivo el primer ataque de uno de los guardias y lanzo una estocada que le sesga la mejilla. Mi otro contrincante trata de ponerse a mi espalda, pero me giro rápidamente y desvío su acero. Inmediatamente le desarmo con un fuerte mandoble que le golpea la mano. Sin ningún tipo de duda le doy el golpe de gracia. Escucho a mi espalda un ruido metálico: el otro guardia acaba de recoger su arma del suelo. De nuevo me giro velozmente y encaro a mi enemigo. Nos quedamos mirando, esperando el próximo movimiento del otro. No le pienso dar más tiempo. Me lanzo hacia él y golpeo su espada contra la mía. La bóveda resuena con el estridente ruido del choque metálico. Por Dios, que el ruido no alerte a nadie más. Sigo manteniendo la distancia con él hasta que finalmente le acorralo contra un muro. Le atosigo con rápidas estocadas y, finalmente, la espada se le resbala de las manos y pongo fin a su pérfida existencia.
Observo a mi alrededor la desagradable escena. Tres hombres yacen inertes a mis pies. ¿Qué locura de guerra es esta que obliga a hombres a matar a sus iguales? No. No puedo dejar que estos pensamientos se antepongan a mi misión. Tengo que rescatarla. No es momento para divagar sobre esta maldita guerra.
Vuelvo a recorrer con sigilo los extensos pasillos hasta llegar a una escalera que asciende en espiral. Esta es sin duda la escalera de caracol que lleva a la torre del homenaje. Allí está Yleena retenida. Asciendo raudo por ella. Noto cómo el corazón empieza a acelerarse. Estoy tan cerca...
La sala a la que accedo está completamente a oscuras. Me detengo para poder acostumbrar un poco la vista. Los pocos rayos lunares que entran por las altas ventanas me permiten divisar al fondo de la sala una puerta. Esos deben ser los aposentos de mi amada. Doy un paso al frente y... todo a mi alrededor se ilumina como por arte de magia. La repentina luz me ciega momentáneamente.
–Me parece increíble que alguien como tú haya llegado tan lejos –escucho una voz que parece provenir de todas partes por culpa del eco de la bóveda.
Abro los ojos y empiezo a vislumbrar una figura negra delante de mí. No me lo puedo creer. Esa armadura negra, ese casco con cornamenta. ¡Es él! ¡El Señor del Caos!
Se suponía que no debería estar aquí. Que estaría en el campo de batalla, por eso vine al castillo en esta misión de infiltración. Está claro que algo ha ocurrido.
–Te preguntarás por qué estoy aquí y no luchando contra tu rey –su voz es espeluznante, hace que se me erice el vello–. La respuesta es fácil: la guerra a acabado.
–¡Mientes! –grito lleno de cólera– ¡Mi rey no se daría por vencido tan fácilmente!
–¿Hablas de éste rey?
Ante mis ojos la abominación enlutada se convierte mágicamente en una figura regia y familiar para mí.
–¿Qué... qué significa esto? –tartamudeo.
–¿No te das cuenta? –sonríe mi regio señor–. Tu rey hace años que murió. Yo le asesiné. Fue fácil suplantarle y empezar esta estúpida guerra.
–Pero.. ¿por qué?
–Porque, vosotros humanos, erais perfectos para mis planes –se mofa la abominación–. Con toda la magia que habéis derrochado en el mundo humano he conseguido abrir un portal lo suficientemente grande como para traer aquí mis hordas infernales.
Su ostentosa risotada hace que se me hiele la sangre. Este maldito ser nos ha engañado a todos. Inició una guerra entre dos reinos vecinos para utilizarlos en sus planes de invasión. Ahora lo veo claro, esta guerra duraba demasiado... siempre que un bando parecía que avanzaba en materia de guerra, el otro le igualaba.
Pero esto se acaba aquí. No puedo permitir que este monstruo se salga con la suya. ¡Basta de hablar! Es el momento de actuar. Cuento hasta cinco mientras él sigue hablando y deshecho el miedo. No dejaré que se vuelva a apoderar de mí. Tengo que acabar con esta abominación y salvar a Yleena.
Hago mi primer movimiento. Me lanzo hacia él con la espada en alto. A pesar de haberle pillado a mitad de discurso él me esquiva con facilidad. ¡Por los dioses! ¿Cómo puede moverse tan rápido con semejante armadura? El siguiente golpe vuelve a sesgar el aire. No puedo creerlo, sigue esquivándome como si nada. Finto y lanzo mi estocada por un flanco y... ¡atrapa la hoja con su mano! Noto cómo mi arma se me resbala de las manos. ¿Qué clase de ser es este que puede desarmarme tan fácilmente? Me aparto de él de un salto y cojo un puñal. No puedo ver su rostro detrás del casco pero sé que se está riendo de mí. Sus ojos. No me había dado cuenta hasta ahora. Sus ojos brillan dentro de la máscara como su estuvieran ardiendo. Quizá sea un punto débil. Me vuelvo a lanzar hacia mi oponente. Esquivo su ataque fintándole y ruedo por el suelo. Me incorporo a la vez que él se gira hacia mí y, sin dudarlo, lanzo mi puñal directo a la abertura de su casco. ¡Lo he conseguido! El pequeño puñal ha impactado en su ojo y... ¡Por los dioses! ¡Se lo arranca como si nada! Ni un quejido, ni un grito de dolor, nada. Este ser es insensible.
–Buen intento, muchacho. Pero ya me he cansado de este juego.
Doy un salto hacia atrás para esquivar cualquier ataque que me lance. Demasiado tarde. Sigue siendo más rápido que yo y yo hoja impacta en el costado de mi armadura. Ruedo con el suelo hasta impactar con una pared. Me llevo la mano donde he sido alcanzado y  mi cuerpo se agita al notar el dolor. Ese maldito me ha dado de lleno. Alzo la vista para localizarle. Sigue de pie en el centro de la sala y... ¿qué está haciendo? Alza los brazos y centellas rojas empiezan a rodearle. Noto cómo la energía se va acumulando en la palma de sus manos. ¿Qué clase de magia es esta? No se parece en nada a la magia elemental que utilizamos los humanos.
Con dificultad me levanto a la vez que me aplico el hechizo herbal de curación que me enseñaron los elfos. No puedo dejar que culmine su ataque o estaré perdido. Miro a mi alrededor en busca de algo que me sirva de arma. A mi lado hay una armadura que porta una pesada alabarda. Tendré que apañármelas con ella. Cojo el arma y la sopeso. No hay tiempo. Me lanzo hacia él. Dirijo la punta de la moharra hacia donde creo que tendrá el corazón. Entonces lo veo: el metal se derrite y el asta de madera arde en mis manos. Suelto el arma chillando de dolor y... Lo último que veo son los ojos carmesíes de la abominación. Después es todo un espectáculo de luz roja y dejo de notar dolor. Todo se desvanece. Me rodea la oscuridad...
Me quedo atónito. Ni un solo golpe. No he podido encajarle ni un solo golpe. Vaya mierda de final. Lanzo con furia el mando de la consola a un lado del sofá y abro la revista por la página final. Joder, así que ese era el fallo. No había leído que para derrotar al Señor del Caos con facilidad tenía que llevar equipadas las Alas de Pegaso. Con razón no he podido alcanzarle ni un golpe. Menuda defensa tiene el cabrón.
Miro de nuevo el mando y después la pantalla. Unas letras blancas sobre fondo negro rezan las palabras: Game Over. Se acabó el juego. Qué rabia, estaba a punto de pasarme el juego. Emito un chasquido de desaprobación y... un pitido interrumpe mis pensamientos. Es la alarma del móvil. Entonces me acuerdo. He quedado con éstos en los portales para echar un partido de fútbol. Apago la consola corriendo mientras pienso: bueno, ya continuaré otro día. Cualquier día es bueno para salvar el mundo.
Relato corto para el primer Concurso Literario del foro de Base Avalancha.
Salu2! :jedi:
Comments4
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krunzik's avatar
curioso el final xD (por fin akbe de leerlo q me lo deje a medias) ta mu bien, un final inesperado, ya nos contaras q tal te fue en el concurso ^^